Cuarta semana de Pascua

Desde hace más de cuarenta años, en el cuarto domingo de Pascua se nos invita a contemplar a Cristo como Buen Pastor, y se lo dedica a orar por las vocaciones al sacerdocio ministerial (el adjetivo tiene su importancia, porque desde nuestro Bautismo todos hemos sido incorporados a “Cristo Sacerdote, Profeta y Rey hasta la vida eterna”). En buenas cuentas, consideramos a obispos, presbíteros y diáconos como presencia de Jesucristo-Pastor en medio de la Iglesia y de la sociedad. Algo que ciertamente nos resulta difícil en momentos en que los ‘pastores’ cristianos (no sólo los católicos) experimentan serios cuestionamientos como representantes de Cristo en las comunidades.

Nos conviene, entonces, fijarnos en la oración colecta de la Misa, que reconoce la debilidad del ‘rebaño’ del Señor y pide que, a pesar de ella, lleguemos a la gloria que el Pastor Verdadero, alcanzó para nosotros.

Para recuperar la esperanza, escuchemos la descripción de la victoria final que se  nos ofrece en el libro del Apocalipsis, una victoria que no se debe a nuestros méritos, sino a la misericordia y fortaleza de Jesucristo, que nos ha blanqueado con su sangre. Para ello, tenemos que pedir la gracia de abrirnos a su Palabra, como los paganos de Antioquía de Pisidia, que acogieron con alegría la Buena Noticia. La misma que rechazaban quienes se sentían poseedores de la verdad de las Escrituras. Los momentos críticos que vivimos podemos superarlos, si reconocemos nuestros errores y pecados y, como Iglesia nos ayudamos a renovarnos como Pueblo de Dios.

En la semana, seguiremos saboreando la vida nueva en Cristo. El lunes y martes aún con el capítulo 10 de san Juan. El miércoles pasamos al capítulo 12, con el contexto de la resurrección de Lázaro, y el viernes y sábado ya entramos en la atmósfera íntima de la Última Cena, ambiente en que Jesús se revela a sus amigos. La lectura del libro de los Hechos, por su parte, sigue mostrándonos cómo se abre la Iglesia a los no judíos, y cómo Jesucristo, Camino, Verdad y Vida va integrando a otros pueblos al único Pueblo de Dios, a pesar de las contradicciones y persecuciones que puedan oponerse al Evangelio.

En el santoral, se puede recordar el lunes las apariciones de la Virgen María a los niños pastores de Fátima, revelación privada que la Iglesia ha aceptado como auténtica, pero que no es un dogma de fe, ni puede ser fuente de temor a un Dios colérico, sino más bien fuente de confianza en el amor de Dios, que sigue llamando a que nos convirtamos a Él. El martes 14 se recuerda a san Matías, llamado por la comunidad a completar el colegio apostólico. Los jesuitas recordamos el jueves 16 a san Andrés Bobola, polaco, patrono de Polonia, martirizado en 1657.

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